Sendero
Qué se puede hacer en 10 minutos, — preguntó a su examante
—Esto, dijo ella.
Abrió la blusa y dejo al aire sus pechos canela.
—¿Entonces serán sólo diez minutos…? Dando una entonación burlona.
Besó el sendero que divide sus colinas, el café con leche de sus pezones. La respiración se iba de los silbidos a los hipos. A punto de volar la parvada hacia el abismo del cielo sintió el piquete de una aguja que penetraba su nuca y traspasaba la médula.
—¡Esto es lo que se puede hacer! —exclamó ella, poco antes de que la sordera le llegase.
Ella se retiró reacomodando su ropa. Miró por última vez el hilo bermellón que salía de la nuca y al mismo tiempo percibió derramarse otro flujo que encontró reposo en el algodón que forraba el puente de la braga.

