—Tomé el taxi. Ordené que me llevara a tal lugar.
—A dónde quiere ir hay manifestaciones.
—¿Alguna otra ruta?
—Pasaríamos por lugares complicados.
—¿Qué quiere decir?
-—Peligrosos y putañeros.
Pasamos los peligrosos, nos internamos en lo que el llama “putañeros”.
—Aquí, si mira usted, los de aquella banqueta son mujeres, y en la contraría son varones vestidos de mujeres. Vea como mueve la bolsa cada quien. La mujer caderea y la bolsa sigue el compás. En la de los varones no sucede. Fíjese la cantidad de clientes que hay; la de ellos está abarrotada, por la de ellas transitan pocos clientes. ¿Por qué será? —se preguntó a sí mismo—, me limité a levantar los hombros. Siguió hablando y se contestó.
—Tal vez sea porque los “mujercitos” tengan las nalgas más duras.
—¿Usted cree? —le pregunté. De inmediato me contestó, como deseando encestar en el último segundo.
—Eso fue lo me dijeron unos clientes.

