La fiesta del becerro de Rubén García García

Sendero

La plaza llena y los jinetes caían, uno que otro lograba domar al becerro por lo que el respetable aplaudía. Esperaban el turno del maestro de primaria, ya que la mujer que pretendía se encontraba en las primeras filas. Cuando fue nombrado, se quitó el sombrero, se inclinó con reverencia. Montó, se sujetó y el becerro salió dando coces. En media vuelta el animal lo despidió y fue a caer a los pies de su novia. Ella de inmediato se levantó para auxiliarlo. Muchas voces en el estrado gritaban: ¡ya es tuya, maestro!, ¡Ya es tuya!

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