La señora de la limpieza no discrimina de Rubén García García

Sendero

¡Un mes trabajando el cuento!, a media res había sido la mejor manera de presentarlo. A las tres de la madrugada lo terminé y resolví acostarme. Por la mañana fui a la oficina. La mesa del trabajo lucía brillante. Los libros ordenados, los ceniceros sin cenizas, sin colillas. De mi cuento solo una frase: «Aprovechen el viento, nos despoja del sopor y oxigenamos el espíritu». Era el tiempo de la Olivetti, y la campana del camión de la basura tintineaba lejos, muy lejos.

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