Sendero
Yo sé que soy una mujer. Me sucedió meses atrás y lo acepto como parte de mi vida. Nadie sabe nada. Vivo con mis padres y recién terminé la instrucción secundaria. Mi madre prepara maletas. Es un viaje inesperado hacia una ciudad donde una tia abuela pide verla. Quieren mis padres que vaya con ellos, les dije que tenía examen de inglés y que tengo que estudiar. Es una mentira más, la realidad es que deseo estar sola.
La casa está en un barrio tranquilo. Es una construcción antigua, con un patio lleno de frutales y al fondo un departamento por si llegasen visitas. Por la noche se ilumina y se prenden las alarmas. Para acompañarme escucho a los Beatles en mi dormitorio. Al abrir el clóset para acomodar mi ropa interior miro hacia el rincón donde puse la bolsa de mezclilla, la misma que llevé cuando él me abordó. Iba temprano a casa de una compañera y darle una sorpresa. Un día antes, él me pidió informes para dar con un domicilio, se los di. «es que no di con la dirección». Se veía urgido y acepté llevarlo. Sería repetir lo que escribí y que guardo en un archivo secreto; ese día me hice mujer. Antes de despedirnos, en la minucia de un papel, copié apresuradamente el telefono.
Me prometí olvidar el suceso y escondí la bolsa. Y hoy la tengo en mis manos. ¿Qué habré sido para él? Desde que pasó, hasta ahora, me lo pregunto y me perturba. Le hablo y me contesta. Casi en monosílabos acordamos.
Nos veremos temprano en el sitio donde nos conocimos. Él trabaja en una ciudad cercana y durante dos meses tengo un desasosiego que me rebasa. Eché a la basura principios, la promesa de no mentir. Por fortuna la menstruación llegó normal. Por las noches pensaba y pensaba y concluía que era mejor cortar de tajo y olvidar. Horas después volvía a pensar en el hombre, en la habilidad que tuvo para que yo aceptase, o quizá él no fue tan hábil y yo si fui permisiva. De inmediato borré la llamada. «una se vuelve precavida cuando la manera de ser deja que desear».
Sería la segunda vez que me encontrase en el mismo parque, con la misma persona. » no es una persona, le nombraste el desconocido, pero es tu hombre, quien te…» La mañana es fresca. Voy hacia la plaza. Vestida con una falda de mezclilla, blusa blanca y la misma bolsa de hace dos meses. Casi por llegar, un carro que reconozco se empareja y abordo. Me contengo y le doy un beso en la mejilla y un hola que desea ser indiferente. Él me acaricia la mano y la mantiene, Eso me complace. Los dos en silencio y hacia la carretera que lleva al mar. «Te invito un helado de chocolate» Me sonreí, fue la frase con la que se inició la relación «Sí, pero que sea de vainilla» Los dos nos sonreímos y se aligeró mi tribulación. Volvió a tomarme de la mano, sentí su calor, su apretón delicado y tierno. Así manejó con una mano hasta que llegamos a la desviación para llegar a una quinta de cabañas con su propio garaje.
Desayunamos. Estábamos con el rumor del mar y salimos a caminar. Abrazados en silencio sentí sus besos dulces que me hablaban de un cariño. Me dieron a entender que había seguido pensando en mí. Besos que poco a poco fueron transformándose en apasionados. No lo rechacé, por el contrario, me sumé a su deseo. Hace dos meses también estuvimos en la playa, solo que en vez de caminar, corríamos. En la soledad se oye el rumor de las olas, el grito de las gaviotas y a lo lejos el silbato de un barco. Me dice: “han pasado dos meses desde la última vez que nos vimos. En estos sesenta días mis emociones y pensamientos han estado alrededor de ti. Ninguna duda tuve de la pasión que sentí. De la que siento, pero eso se pasa y luego me llené de prrguntas. ¿Te causé daño? ¿Qué tanto? ¿se habrán enterado tus padres? ¿ bajó tu regla? Cada quince días he venido a estacionarme en el parque con el propósito de verte y hablar contigo. Cuando escuché tu llamada fue una bendición. Ahora, frente al mar háblame con franqueza y si hay algún problema, lo resolvemos, y esto incluye todo y todo es todo” Me dio un acceso de risa y estuve a punto de llorar. Solo le dije “atrápame” y como la vez primera dejó que corriese un trecho y ya para alcanzarme me tiré sobre la arena, él me siguió y entre carcajadas nos abrazamos. Su beso amigo, amante, apasionado. Sentí su entrega y le di la mía. Te quiero, me dice. Yo tambien, le digo y volvimos a besarnos. Es ilógico pero desconozco muchas cosas de él, solo sé que trabaja en una fundación ecológica. Hoy estamos juntos y me siento feliz a su lado.

