Una mamá de Rubén García García

Sendero

«Venía sola, ya era de noche. mi hija apenas si podía respirar, creí que se moría. La inyectó. Una hora después respiraba sin silbidos y dormía como si nada hubiera pasado. Pude tomar el último camión que me llevó a la comunidad. Ya no le ha dado esa enfermedad». Ella se acercó y me dio un beso en la mejilla. “verdad que ya no se acordaba”

Después de su abrazo, me dijo orgullosa «ya va a entrar a la escuela»

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