Cuando cambiaron las fieras por humanos, al fin el circo despertó mi interés. Me encantaba ver a los viejos cruzar el aro de fuego con sus piernas débiles, flacas, patéticas; y el terror en los ojos. Pero el terror de los viejos, por rozar lo inhumano, me aburrió pronto: se parecía demasiado al de antes, al de los animales. Ahora pago la entrada sólo para observar a los niños que el mago saca de la chistera. Parece que sufrieran una turbulencia interna. Se elevan como palomas, con ese braceo torpe que los caracteriza, hasta la cima de la carpa; o hasta que se les acaban las fuerzas. Y caen.
Coordinadora Paola Tena
Magnífico. Una estupenda racionalización de la crueldad y todo sólo en un cuento; es decir, en una ficción. Eso roza la perfección.
Un abrazo.
Me gustaMe gusta
Es de una paisana tuya, conocedora de la minificción, gran escritora. Coincido contigo, es un voltear el calcetín o el chirrión. Abrazo mi buen amigo Borgeano.
Me gustaLe gusta a 1 persona