Recogí a un vagabundo en la carretera. Me arrepentí enseguida. Olía mal. Sus harapos ensuciaron la tapicería de mi coche. Pero Dios premió mi acto de caridad y convirtió al vagabundo en una bella princesa. Ella y yo pasamos la noche en un motel. Al amanecer, me desperté en brazos del maloliente vagabundo. Y comprendí que Dios nos premia con los sueños y nos castiga con la realidad.
Tomado del Fb
Reblogueó esto en manologo.
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GRacias mi buen manolo, parece sacado de algún libro del amil y una noche. Abrazo grande.
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Brillante. sobre todo porque deja muchas “puntas” para podamos pensar en otras variantes del cuento.
Un abrazo.
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A mi me hizo pensar en los cuentos chinos, o bien entreverado entre las mil y una noches. Abrazo grande… En sí todo oriente.
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