El escritor pasó lista a su palmarés y se dio cuenta que sólo le faltaba un premio por ganar, el de los narradores carcelarios. Lo único malo era que, para obtenerlo, tenía que estar preso. No lo dudó: fue a la casa del crítico que más odiaba y lo asesinó.
Lo que jamás imaginó, ni en sus peores pesadillas, fue que el crimen quedara impune.
Leo Mendoza
SENDERO BLOG 
Buenísimo, madre mía
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Marina, tengo el gusto de conocer a la hermana, pero años ha que no la veo, tambien excelente microficcionista. Por aquí le mandamos aplausos al autor. Gracias por llegar, bello día tengas
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